La terapia del surf trabaja el estrés, mejora la comunicación emocional y prepara a las personas para varias situaciones de la vida cotidiana.
"La vida puede ser hermosa, inspiradora y llena de aventuras y crecimiento. Pero puede también ser frustrante, desafiante y lleno de altibajos: el surf tiene también la habilidad de hacer todo eso ".
Dicken aprendió a surfear en Hawai, donde vivió, e obtuvo una fuerte conexión con el mar. Le dio una fuerte sensación de bienestar, ayudando en su formación e inicio de negocio.
"Saltwater Sessions" fue fruto de su etapa en un centro de rehabilitación.
Desafiada por profesores, creó la terapia del surf. Así, extendió su práctica a otros y con la aceptación del proyecto, "eventualmente hizo sentido hacer de este proyecto en un negocio".
"El ser humano tiende a reaccionar positivamente al agua".
Muchos son los que buscan el mar o ríos para relajar y recargar energías y hay una explicación lógica para ello: "pasar tiempo en medio de la naturaleza ayuda a combatir el agotamiento del lóbulo frontal".
En cuanto esta parte cerebral se encuentra relajada, el organismo permite enfocar más atención a otras partes del cerebro relacionadas con el placer y la empatía.
Mantener una rutina cerca del mar y de la naturaleza nos ayuda a tener una actitud más positiva y relajada.
El ser humano asume normalmente su rutina cuando esta práctica se convierte en un hábito. Es imposible relajar cuando el sistema nervioso está adaptado a la vida de estrés.
Las sesiones se suceden tanto en el mar como en la arena, donde discuten problemas y formas de resolución.
Los participantes son incentivados a sentir la fuerza que el mar les trae, procesar sentimientos en la arena y, con diálogo, crear lazos.
Ser firme, estar presente y superar los miedos. Son estas las cualidades que Lena Dicken apunta como resultantes del surf.
La frecuencia de sesiones, a pesar de las dificultades, muestra que los lazos creados entre el grupo ayudan a mantenerse enfocado en la terapia.
"Sólo un surfista conoce la sensación de envolverse en una ola que se crea y deshace en el océano".
La repetición de esta práctica impulsa el deseo de vivir en el presente y no enfocarse en las futilidades sin importancia.
Enfrentar miedos viene de la frecuente auto-superación que cada uno se propone en el mar.
Cuanto mayor es la práctica, mayor es la demanda de olas desafiantes, siendo esta búsqueda llevada a la vida.
